De Relatos y Otros Cuentos

Historias, cuentos, poemas, relatos... Para todos, para nadie... No me responsabilizo de las opiniones que pueda verter en estas líneas.

Sunday, August 20, 2006

Sabe, si alguna vez tus labios rojos
quema invisible atmósfera abrasada,
que el alma, que hablar puede con los ojos
también puede besar con la mirada.

Gustavo Adolfo Bécquer. Rimas y Leyendas

Monday, May 22, 2006

Let my soul fly

Sunday, April 16, 2006

ROMANCE DE LA PENA NEGRA

Las piquetas de los gallos
cavan buscando la aurora
mientras por el monte oscuro
baja soledad montoya

Cobre amarillo, su carne
huele a caballo y a sombra
yunques ahumados sus pechos
gimen canciones redonda

Thursday, February 09, 2006

No quiero que se pierda este blog... así que publico ésto

Monday, January 09, 2006

en espera....

Friday, October 07, 2005

Abrió los ojos. Fue un acto reflejo. Normalmente solía tenerlos abierto cuando estaba despierta, a pesar de encontrar siempre lo mismo; la eterna oscuridad.
"Tum, tum, tum" repetía en su mente, imitando los golpes que sentía aproximarse.
"Tum, tum, tum" de nuevo acompañaba esos golpes esa sensación de moverse aquél lugar. Cada vez estaban más cerca. Su corazón comenzó a palpitar.
"TUM, TUM, TUM" casi reproducía el sonido con sus labios, estaba cerca; estaba muy cerca de ella. Sus ojos se mueven hacia todas partes, sin distinguir nada. Sentía su movimiento, era una sensación extraña... Mover esa parte de su cuerpo, esas dos bolitas que tantas veces había tocado... para nada. A veces lo hacían solos, pero otras veces se movían en dirección a cualquier sonido que escuchara. Ahora miraban hacia esos golpes.

Cesaron.

Estaba cerca de ella, cerca de donde estaba, podía sentir su presencia. Podía sentir los golpes ahí mismo, casi a su lado.

Su respiración se contuvo, a expensas de qué sucedería. El corazón latía con fuerza. Una sensación placentera envolvió su cuerpo: por fin estaba ahí, otro día más. Sintió ganas de saltar, de reir. Se aproximó a una de las paredes donde estaba, y la acariciaba, mientras que, con su puño, imitaba los golpes. Emitió algún sonido de júbilo.
- ¡Ah! ¡por fin estás ahí!
- No hace tanto que hemos estado juntos. Esta mañana traje tu almuerzo.
- Me alegro tanto de tenerte aquí conmigo otra vez. ¡No te vayas!
- Cállate ya, y hazlo.

Se dió la vuelta. Fue directa a su cama y se cubrió con la lona que la cubría. Comenzó a contar en voz alta:
- Uno, dos, tres, cuatro, cinco... - mientras, sentía esa presencia, esa especie de aura muy cerca. De nuevo depositaban su alimento sobre el suelo. Su estómago rugía con fuerza - Cuarenta y ocho, cuarenta y nueve, cincuenta, cincuenta y uno...- la presencia se había ido. Mientras contaba, escuchó los pasos alejarse; pero debía llegar hasta sesenta. Justo ahí pararía y comería. Jamás antes o después. Jamás. Si no, sabía lo que le esperaba. Se estremeció ante la idea de sobrepasar ese ritmo (el tiempo no contaba) era ese ritmo, había que seguirlo, no demorarse en una sola letra. Terminar justo cuando terminaba la enumeración.

Se levantó ávida de comida y, sin mucho miramiento, se puso en cuclillas. Tanteó con las manos el suelo hasta que chocó con un metal frío. Ahí estaba. Tocó las formas de los dos cuencos harto conocidos. De un lado, el líquido fresco, ligero, anodino, sin sabor y frío; de otro lado, el líquido caliente, espeso, que a veces contenía algún grumo y que variaba su sabor intenso. Delicioso. Metió su cara en esa especie de puré, que devoró con animosidad. Luego tomó con sus manos el otro cuenco, y bebió de él.

Tras pasar un rato sentada, sintiendo cómo su organismo se ponía en marcha para hacer la digestión, se incorporó y se dirigió a su libro de apuntes.

Se encontraba en lo alto de un módulo frío. Su textura era fría, sin embargo, si dejaba su mano suspendida un espacio de tiempo, en seguida tomaba su temperatura. Le gustaba jugar con esos contrastes: ponía su mano un rato en un lugar de ese módulo hasta que alcanzaba su temperatura; luego cambiaba a otra parte y hacía lo mismo. Y de nuevo, al principio, que ya se había enfriado. Su textura suave, a pesar de las pequeñas fisuras que parecía tener, y que a veces la entorpecían para escribir.

Ése era uno de sus privilegios: podía escribir. Extendía un papel sobre la base de aquél módulo, que, más o menos, le llegaría por debajo del pecho.

Se sentía alegre desde que supo que podía escribir, que podía hacerlo. Fue maravilloso. Siempre había soñado con hacer esas rúbricas, con bailar con su mano sobre el papel de textura fría, suave... y sostener en sus dedos la pluma, con mucho cuidado de no derramar tinta alguna, pues podría estropearlo todo. ¿QUién se lo dijo? Nadie. Sólo lo sabía. Sabía que aquél día podía hacerlo. De hecho, cuando despertó, encontró sobre su módulo con compartimentos, muchos papeles reunidos por una especie de canutillo en forma de espiral, y una pluma con su tintero. Cuando palpó todo aquello, sintió ardor en su rostro que encogía y de sus ojos salían esas gotitas calientes que surcaban sus mejillas hasta derramarse en el suelo, con un pequeño "plac" cuando chocaban contra el suelo. Sin embargo, podía escribir, pero no ver. Escribía muchas páginas, contaba todo lo que acontecía... Pero no podía leerlo, no se podía. Era así. Sentía placer en escribir todo eso, pues sabía que todo lo que pasaba por su mente se reflejaba ahí. Era como guardar cada pensamiento, aunque tuviera que memorizarlos o aunque se olvidaran para siempre... ella sabía que estaban ahí.

«Hoy ha suciedido algo insólito. Esta vez, al palpar, la bandeja con los cuencos se encontraba situada a la derecha, casi vuelco el líquido frío y sin sabor que tanto me gusta. Esta vez la presencia era distinta. Respiraba de forma distinto, no emitía el mismo calor. Creo que es otra, otra presencia. Me siento extraña con ella, no sé si sabrá comprenderme como la antigua. Tengo la sensación de que su voz es más débil, más suave, más como la mía...
Más tarde estuve jugando. Jugaba a hablar, a decir palabras sueltas, las primeras que se me venían a la mente e intentar crear una historia; ha sido muy divertido. Imaginé que estiraba mucho los brazos y palpaba una pared dura arriba de mi cabeza, intenté poner mi mejilla en ella, como suelo hacer siempre, para sentir su frío inmediato, pero cada vez se alejaba más y más, hasta que desaparecía y de nuevo no había nada.
Luego estuve andando y girando. Emitía sonidos con mi garganta. Sonidos a veces iguales, a veces distintos, con diferentes tonos, intentando dominar su tiempo. Me gusta hacer eso. Solo son sonidos, no hay palabras, sin embargo, me hacen sentir algo especial, como si penetraran en mi cuerpo y me hicieran moverlo. A veces he llorado emitiendo sonidos. Cuando estoy triste es distinto de cuando estoy contenta. Sin embargo, por otro lado, un sonido puede hacerme llorar cuando río, y hacerme reir cuando lloro.»

Dejó la pluma en el módulo de madera. Abrió uno de los compartimentos con esa protuberancia que le permitía desplazarlo hacia sí. Cogió un pequeño objeto rectangular de olor penetrante, necesitaba dejar de oler intensamente a ella misma. Lo dejó donde solían poner la comida; la Presencia lo vería y haría lo conveniente. Ya estaba apunto de llegar. Se metió en su cama y se puso la lona por encima, esperando el TUM TUM TUM de sus pasos.

"Tum, tum, tum". Su corazón comienza a latir, por fin viene.
"Tu-tum, tumtum-tututum-tam-tum" ALgo no marcha bien. No son los golpes de siempre. Ahora parece haber dos golpes distintos. Su corazón empieza a latir con fuerza. Los golpes se hacen más audibles. No son los de siempre. Tiene miedo; tiene mucho miedo. Está temblando.
"Tam-tum-tata-tum tum tum tam". Va a gritar. Está paralizada. Jamás había sucedido eso. Siente nauseas, quiere vomitar. El corazón late en su garganta.
Se detiene frente a la puerta. Primero cesan unos golpes, después otros. Se refugia en la lona. Piensa que la Presencia ahora es un monstruo, que es su presencia de siempre, pero ahora ha mutado. Con voz temblorosa comienza a contar en voz alta, en cuanto escucha el chirrido que siempre se oye cuando aparece.
- Uno, Dos, tres, cuatro- Un nudo en su garganta le prohibe seguir el ritmo normal de su enumeración. Su rostro empieza a arderle, y sus labios a tomar la posición extraña de cuando las gotitas saladas y calientes se derraman por sus mejillas- Diez, once, doce- Esta vez siente dos Presencias. No puede ser, solo existe una, aunque cambie, solo es una - Veintisiete, veintiocho, veintinueve - No escucha el plac de la bandeja de comida. No siente que cojan el rectángulo de olor intenso - Trentaicinco, trentaiseis, trentaisiete, trentaiocho - Se desplazan de forma distinta, nada sucede como siempre. El llanto es evidente, ya ha perdido el ritmo, tardará más en llegar a sesenta. Comienza a temblar, sabe que si rebasa el tiempo establecido sentirá esos golpes dolorosos y lo estaba rebasando con creces. - Cincuenta y siete, cincuenta y ocho - De repente siente algo en su pierna, como si pesara más, pero no es ella. Esa cosa se mueve. Su cuerpo se estremece y comienza a gritar y a cubrirse aún más con la lona. Se desmaya.

Friday, September 09, 2005

Silenciosa Noche

Oh silenciosa noche...
En la apacible soledad de tus entrañas casi puedo oír...
oír... ese tumulto de confusos y extraños rumores lejanos,
ecos ininteligibles fluctuando entre hálitos.
Puedo observar como las dilatadas pupilas de tus hijos
despiertan de su letargo
mientras la luz se ahoga lentamente
en las brumosas garras oscuras que los acunan.
Puedo vislumbrar como el claror pálido,
allá en aquel imponente abismo nebuloso,
resucita contigo.
Y el álgido viento transporta
melancólicas trovas allende el horizonte.

Oh silenciosa noche...
Océanos de sombras cubren tu desnudez
con un delicado tul azabache
y te hacen aun mas inconmensurable.
Las tinieblas descienden del dosel estrellado a tus pies
para unirse en taciturna congregación.

Oh silenciosa noche...
Tú, que escondes el afligido llanto en la lobreguez de tu vientre.
Tú, que suspiras nostalgia por la luz perdida y distante.
Tú, fuente ilimitada de hermosas odas.
Tú, jergón abandonado por el albor.
Oh tú, mi dulce y silenciosa noche.
.....

Por Uncturae